martes, 14 de febrero de 2017

El Puente de Melgarejo





La alegría reina en la fiesta, es el matrimonio de su mejor amigo y era su deber acompañarle y desearle las congratulaciones consabidas.

Junto a un grupo de amigos, Remberto, departe amigablemente al calor de la bebida, aquellos años mozos cuando niños solían deambular por todas las campiñas de Tarata, en son de "mack'unquear" las sabrosas frutas aún frescas que colgaban de las huertas de toda la región.

De pronto la conversación se centra en el famoso puente de Melgarejo construido sobre el río Pilimayu junto a un centenario árbol de ceibo, donde el ex-presidente solía bailar y tomar la deliciosa chicha junto a sus amigos y las infaltables cholitas, festejando sus triunfos.

— Dicen que a altas horas de la noche, el General aún festeja en ese lugar sus triunfos, -comenta uno de ellos--- Es verdad, dicen que a don Jacinto se le había aparecido Melgarejo en persona que estaba junto a una hermosa cholita.

— Qué ca... todo es mentira, cómo es posible en tiempos como estos aún se tenga esa creencia en apariciones, —arguye Remberto-- cortando la conversación para continuar bebiendo.

Transcurre la medianoche, cerca al amanecer, Remberto, aún entre copas, decide recogerse a su vivienda. Se levanta de la silla, donde había estado dormitando bastante tiempo, levanta su sacón y sale.

Es una fría y oscura noche, un silencio sepulcral presentan los callejones serpenteantes que se pierden en el silencio de la noche de Tarata. Con paso lento, pero seguro, avanza el hombre, en tanto se escucha el canto lejano de un gallo, anunciando el amanecer.

La luna alumbra tenuemente el ambiente, que es suficiente para que él se pueda orientar hasta llegar al famoso puente de Melgarejo. Cuando se dispone a cruzarlo, siente que algo se le enreda en los pies. Se inclina y descubre que un ovillo de lana se le había envuelto por todo su alrededor. Un poco molesto por este imponderable, intenta desenredarse y en eso siente la presencia de una persona.

Al levantar la vista, estaba ahí, junto al ceibo, alumbrado levemente por la luz de la luna una hermosa chola de grandes ojos, labios carnosos y seductores; turgentes y endurecidos pechos envuelta en un manto negro; junto a ella sentado a los pies del árbol con su capa y espada toledana y sombrero alón de alta ancha el General Melgarejo.

No puede dar crédito a lo que sus ojos están mirando, restrega los mismos y al volverlos a abrir, la imagen de la aparición continúa. Es tan grande la impresión que sus piernas flaquean y no le responde, es decir, quedan paralizados, instantes en que la imagen se va disipando y todo queda tal como antes, en silencio.

Retorna a su vivienda y no puede conciliar el sueño, la imagen en su mente se repite en forma constante, sabe que nadie le creerá lo que vio.

Muchas personas atestiguan y testimonian, con sus propios ojos que ven la imagen de Melgarejo algunas veces sentado al pie del ceibo o en otras montado en su caballo blanco y junto a él una chola muy hermosa. De ahí que, nadie pasa por ese lugar a determinada hora de la noche, por temor a encontrarse con la chola o Melgarejo; los táratenos en su buena fe piensan que los dos deben estar juntos por los siglos de los siglos.

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