sábado, 3 de octubre de 2015

El duende


           

Santa Cruz ha crecido a la sombra de mitos y leyendas que hasta el día de hoy suelen escucharse, sobre todo en el ámbito rural.
Las historias del duende, por ejemplo, han pasado de generación en generación contando las ocurrencias de ese personaje pequeño que se presenta con el aspecto de un niño de cinco o siete años, siempre descalzo, vestido con una camisa larga y con un sombrero grande de paja en la cabeza. Es considerado un espíritu travieso e irritante, que persigue y tira objetos a las personas, echa piedras, tierra o bosta a la comida, juega con los niños cuando están solos y muchas veces se los lleva lejos de sus casas, pero siempre aparecen con monedas, flores, juguetes, cuchillos o dulces que el duende les obsequia.
Germán Coimbra Sainz, en su libro Relatos Mitológicos hace un análisis sobre esta leyenda, donde señala que el duende llegó a Santa Cruz en 1542. “Vino en las naves de Domingo Martínez de Irala, y saltó a la tierra. Desde entonces mora en todos sus confines”, apunta. Explica también que el duende cruceño tiene las mismas características que el europeo y que no ha sufrido mestizaje como en otras regiones de América, donde a veces se lo confunde con seres míticos indígenas, y la única innovación que presenta es su adaptación al medio.
Las historias que se cuentan alrededor de la figura del duende son variadas, así como las recetas para ahuyentarlo cuando está cerca. Se dice, por ejemplo, que es bastante aseado y repugna todo lo que sea asqueroso.

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