domingo, 27 de septiembre de 2015

La Leyenda del Dos Pistolas

Juan Navajas Paz


Cuentan las viejas agoreras que hace mucho tiempo por el sector sud del Fortín Margarinos en el Gran Chaco, una figura sin cabeza aparecía entre las doce de la noche, subiendo y bajando sin destino sin forma al compás de un trote pesado y cansino. Jinete y caballo despedían por las cuencas de sus ojos ascuas de relámpagos. Al aparecido lo llamaban "Dos Pistolas".

Decían que era el ánima de un cuatrero, de un bandido tan malo como la yarará, que perseguido por la justicia argentina, se refugió en territorio boliviano y fue denunciado y reclamado por la Gendarmería del vecino país…

Cuentan que cayó el cuatrero en una operación de limpieza efectuada por el ejército boliviano contra los indeseables que abundaban en el sector.

Juzgado por las autoridades militares, fue sentenciado a la horca. El criminal vanamente intentó rezar alguna oración... tarde comprendió que se había alejado demasiado de Dios. Lo sentía en la muerte caminando al cadalso. Así quedó colgado en las ramas más altas y resistentes de un quebracho.

Desde ese día por las noches en el sector, algo se lamentaba como una calavera que grita su queja, retumbándose con sonido lúgubre los cascos del caballo, era una aparición sobrenatural que a los mismos soldados les hacía helar la sangre por lo que al escuchar y sentir esa presencia retornaban presurosos a su base de operaciones haciendo la señal de la cruz.

Todo esto iba a continuar hasta que el Capellán de la división en cierta ocasión en que se bañaba en el rio Pilcomayo, de pronto tuvo un estremecimiento súbito. Aturdido lanzó una mirada a la orilla de la playa, en tanto que un silencio profundo se dejó sentir en el lugar. Era la presencia de un ser sobrenatural que pretendía decirle algo. Cruzó los dedos y exorcizó al aparecido musitando dos avemarias.

Al retornó al Fortín se enteró del ajusticiamiento del susodicho bandolero del "Dos Pistolas" y sus apariciones frecuentes por las noches por las inmediaciones del lugar.

Al día siguiente con un piquete de soldados el capellán se dirigió al lugar del ahorcamiento hallándolo entre la espesura de la selva todos los huesos desparramados por todo el sector. Hizo recoger todos y le dio cristiana sepultura a estos despojos encontrados al pie de ese árbol nudoso y carcomido que sirvió para el colgamiento.

Enterrado como Dios manda, se tranquilizó el alma en pena del ajusticiado. Desde ese día dejaron de sentirse las apariciones y la tranquilidad retornó al lugar.

Leyendas y Relatos del Chaco Boliviano





Imaybe








IMAYBE


Rene Aguilera Fierro

Desde los albores de la conquista, el indígena fue considerado poco menos que un animal de carga; los españoles solo veían en ellos a los poseedores del codiciado oro o del secreto del dorado, aprovechaban de su fuerza de trabajo y les privaban de su libertad.

El Virrey del Perú don Francisco de Toledo, en 1574 dirigió la guerra contra los chiriguanos, a pesar de las matanzas, fracasó en su intento de reducirlos. Diez años después, la audiencia de Charcas resolvió declarar nuevamente guerra a los chiriguanos. La declaración expresaba: "Tenerles por cautivos y esclavos; mujeres y descendientes deberían quedar como Yanaconas, además dicha resolución, mandaba que se publique y se pregone a fuego y sangre para que los indígenas sean castigados y a los demás sirva de ejemplo.

Sin embargo, los nativos solo defendían su territorio, los españoles ingresaban a destruirles sus rancheríos, cementeras y aprovisionamientos, los indígenas capturados eran conducidos como esclavos.

En el corazón del Gran Chaco, en la aldea del cacique Chimeo vivía una pareja de chiriguanos, se amaban y eran felices; Iñiguazu, joven guerrero desde muy joven se había destacado por su valentía e inteligencia en la defensa de su tribu, así como de las incursiones que efectuaban a otros pueblos; astuto en las operaciones que preparaba contra los blancos. Junto al cacique Chimeo participó en varias ocasiones en treguas y conversaciones de paz, convenios en los que casi siempre fueron engañados; no obstante siempre respetaron la vida de sus adversarios. El joven Iñiguazu era un verdadero guía espiritual, su trabajo los compartía con Imaybé, su bella y joven esposa, era respetada por su laboriosidad e ingenio. Habían esperado con ansiedad la llegada de su primer hijo y el día estaba próximo; la dicha de Imaybé era incomparable felicidad que era compartida por la tribu. Cierto día la comunidad de Iñiguazu festejaba un acontecimiento, de pronto fueron sorprendidos por los soldados españoles que disparaban sus armas a diestra y siniestra, mataban a mujeres, ancianos y niños, incendiaban cosechas y derribaban chozas.

Pasada la sorpresa, Iñiguazu instruyó a Imaybé que huyera a la selva como medida de seguridad, además la vida de ella como del hijo que esperaba estaban en peligro. En el ínterin, ellos se reorganizarían para la defensa. Pero todo fue en vano, en la sangrienta masacre cayeron muchos indígenas, entre ellos Iñiguazu y el cacique Chimoa.

El Caray u hombre blanco, intrépido, arrogante e inescrupuloso, no contento con la masacre salió en persecución de los dispersos chiriguanos, no para capturarlos, sino para exterminarlos. Estaban próximos a Imaybé pero la condición adversa de la selva les dificultaba caminar y avanzar como deseaban, del mismo modo, la constitución de Imaybé tenía un límite y su estado de gestación no lo soportó; Imaybé dio a luz en un recodo de la maleza. Los pasos y voces enemigas cada vez más cerca, intimaban a la indefensa princesa, que en un estado de impotencia, invocó a Tumpa, el Dios de la selva para que la proteja de la carnicería humana de la que eran presa sus hermanos de sangre.

Tumpa, que tantas veces había castigado al usurpador, atendió la invocación de Imaybé y casi cuando estaban sobre ella, la convirtió en una planta de Toborochi, árbol pulposo y de hermosas flores, y a pesar de conservar Imaybé su forma, en posición inerme después del parto, el invasor no pudo percatarse de su presencia. Tumpa, prometió que un día devolvería su forma animada a Imaybé y a su niño recién nacido, cuando hayan terminado las injusticias, los odios y las guerras.


Esta tradición se ha conservado en labios de los indígenas de generación en generación, aseverando, que Tumpa, el dios de la selva, viendo a Imaybé expuesta a la atrocidad del invasor en el sublime alumbramiento, y como el tiempo era escaso y la presencia de los captores era inminente, de ahí que Imaybé con el niño aún entre los muslos fue convertida en la raíz del árbol de Toborochi o Yuchán.

Con el correr del tiempo, se había perdido el lugar exacto de estos acontecimientos, pero el progreso paulatino de esta parte de América, hizo que se Construyera la carretera al Gran Chaco por la zona de Tapecua, indudablemente, nadie pudo suponer que a sus orillas se encontraría a Imaybé.


La Viuda Negra en Tarija





La “viuda negra”, sin duda es una leyenda muy conocida por todo tarijeño, tanto que a cada paso se relatan los cuentos de sus apariciones. Muchos lugares en nuestra tierra chapaca han sido escenarios de sus supuestas e innumerables visitas. Entre ellos están el Cementerio General, la calle Cochabamba, el camino a San Blas y muchos otros parajes solitarios

En la región chaqueña la leyenda pervive y es relatada en las ya tradicionales noches de fogata. El escritor René Aguilera Fierro quien recuperó estas leyendas afirma que en Yacuiba era normal escuchar hablar sobre la “viuda negra”, quien es considerada un ser sobrenatural con muchas descripciones de su aspecto, pero casi todas son similares y siempre se la describe como una mujer alta, delgada, vestida con un manto negro. Sus apariciones suelen darse en caminos y lugares solitarios.

De esta manera afirman que hace algunos años atrás, para nadie era desconocida la existencia de la “viuda negra”. Su recorrido era de dominio público, se decía que transitaba por las calles de la antigua ciudad de Yacuiba. En Tarija su recorrido comprendía la calle Cochabamba, las calles Comercio y avenida San Martín; dando la vuelta la esquina, se tenía la calle Sucre y por el otro lado estaba la calle Martín Barroso. Ese era el circuito que adquirió fama a raíz de las diabólicas apariciones.

Según cuenta René Aguilera en todos los tiempos, épocas y lugares, siempre hubo tunantes y borrachitos nocturnos, Yacuiba no fue la excepción, más por el contrario era una marcada costumbre ofrecer serenatas de media noche, sea por cumpleaños, por amistad, por conquista, galantería o por lo que sea. Unos y otros conocían la versión de la existencia de la “viuda negra” por lo que se respetaba a cuanta dama se pudiera encontrar en horas avanzadas de la noche. Por costumbre o temor los varones preferían esquivarlas o no dirigirles la palabra. La creencia en la “viuda negra” era superior a todo instinto; situación que aprovechaban algunas señoras para recogerse a altas horas de la noche.

También se decía que aparecía en ciudades, parada a mitad de las cuadras y siempre estaba como ausente o en espera de algo. Casi siempre se relaciona con los hombres con una sonrisa tétrica, pero con las mujeres no se muestra ya que las odia. Muchas veces ha acompañado a los hombres sin hacerles ningún tipo de daño, sin embargo no siempre sucede lo mismo. Su aparición siempre es de noche y su manto negro se mueve con el viento. 

Muchos afirman ser testigos y víctimas de sus apariciones, sobre todo los hombres que en estado etílico se quedaban sin llegar a sus casas hasta altas horas de la noche. La “viuda negra” siempre aparecía caminando a unos pocos metros de su víctima y la esperaba para pedir que la acompañe hasta su casa. “¿Nos acompañaremos?” era la tradicional pregunta que solía hacer, luego mostraba una pequeña luz a lo lejos y afirmaba que ahí era su casa. Ocurrido esto la mayoría de los varones relatan no recordar lo sucedido después. Sólo cuentan sorprendidos que al día siguiente se encontraban tirados al medio de los matorrales o en algún basural. 

Una de estas historias nos la contó Alfredo Zegovia quien relata que en 1995, en su estado etílico iba hacia su hogar, camino a San Blas, pensando en qué explicaciones daría a su mujer por haberse pasado de copas. Mientras continuaba su camino escuchaba ruidos que se confundían con los ruidos habituales. Pero en un momento sintió un lamento, alzó la cabeza y vio a una mujer gigantesca cubierta por una túnica negra, de pronto ella se abalanzó y dijo: “Lo mataron hace muchos años. Y me dejo Sola”. Alfredo dice que corrió hasta la altura del club hípico y se metió entre los árboles de la cerca. “Tenía el rostro ensangrentado porque la vi a la cara”, afirma y añade que la viuda negra tenía su nariz con las cuencas vacías. 

Otra de estas experiencias la cuenta, René Aguilera Fierro quien relata que cierta vez un señor llamado Weimar Aparicio que se encontraba alojado en casa de la familia Vásquez, se recogía de una fiesta casi al amanecer y a la distancia pudo ver que por sobre la misma vereda se aproximaba una dama vestida de negro. El chaqueño Aparicio era un hacendado nacido y criado en el campo, acostumbrado a las vicisitudes de la naturaleza, era un tanto torpe y rudo en su manera de ser. Varias veces había escuchado hablar de la “viuda negra”, comentario al que jamás le dio crédito; por el contrario en su borrachera consideró una gran oportunidad para romper con aquella ridícula creencia, más bien pensó en conseguir una aventura casual, apresuró la marcha a fin de toparse con ella en un paso casi obligado que ofrecían unas grandes piedras y un poste sin luz; ya frente a ella le tocó el hombro. 

Le bastó aquello para que su cuerpo saliera expulsado por una extraña fuerza hacia las piedras, al mismo tiempo que miraba sorprendido a la dama, “era un rostro blanco, dientes enormes, ojos impresionantes, facciones diabólicas, era una horrible calavera”, manifestó el propio Aparicio. 

Lo que ocurrió después fue de dominio público, especialmente para los vecinos de la calle Cochabamba, lugar donde ocurrió este hecho. Se cuenta que don Weimar Aparicio ingresó como un loco en el dormitorio de los esposos Vásquez, tenía el rostro ensangrentado, gritaba horrorizado y decía ‘Ahí está, ahí está’, tanto los dueños de la casa como algunos vecinos alarmados acudieron al lugar atraídos por la gritería; reunidos inspeccionaron los alrededores, se valieron de lámparas y linternas pero no lograron ver ni encontrar nada, tampoco rastro en las arenas donde ocurrió el suceso”, continuó Aguilera. 

Añadió que al día siguiente, entre las piedras se pudo ver un viejo pañuelo de seda de color negro, en el mismo sitio donde el señor Aparicio suponía haber caído. Este pañuelo estuvo expuesto en el lugar durante mucho tiempo. El señor Weimar Aparicio, después de haber repetido una y otra vez su desafortunada experiencia de la víspera dijo que nunca más trataría de acercarse a una mujer en horas de la noche.

La leyenda de la Mujer Caníbal de Villamontes





Villamontes es un municipio y ciudad del sur de Bolivia, ubicado en el departamento de Tarija, dentro de la primera región autónoma de Bolivia, el Gran Chaco. Está ubicada en las laderas de la Serranía del Aguaragüe.
Las principales actividades económicas en la región son la ganadería y la pesca. 
De acuerdo con Karen Salvatierra, ciudadana de Villa Montes, el rumor sobre la mujer caníbal es algo que podría ser cierto puesto que hay miles de historias sobre ella, aunque ninguna confirmada por las autoridades y medios de comunicacion locales.
Los testigos cuentan que una mujer de aproximadamente 40 años de edad falleció por causas desconocidas, presuntamente por infarto. Relatan que cuando ella era velada por sus familiares y seres queridos, éstos se llevaron una gran sorpresa debido a que la difunta se levantó del cajón repentinamente y echó un grito macabro de mucha intensidad. La gente que estaba reunida en el velorio salió horrorizada del lugar. 
El marido asustado y de cierta manera con esperanzas, la atendió y trató de ayudarla, la resguardó en su hogar debido a que la gente del lugar decía que se le había entrado el “diablo” y le advirtieron al esposo que ya no era su mujer, el marido no hizo caso a estas advertencias de la gente y continuó protegiéndola. 
Pasados los días, la gente siguió rumoreando respecto a la mujer que habría vuelto del “otro mundo”, sin embargo con el transcurso de los días se dieron cuenta de la ausencia del marido quien no salía de su casa, ni tampoco sus hijos jugaban en la calle como antes. 
Días después se observó a la mujer deambulando por la calle como una indigente pero no hubo rastros del marido ni de los niños, parecía solamente una “loca”, así decían las personas que muy atentas explicaban sobre la existencia de la mujer, inclusive pudieron describirla. 
“La señora es blancona, no es alta, es media gordita y tiene el pelo claro, anda muy sucia como si viviera en la calle pero te da miedo”, cuentan habitantes de Villa Montes, algunas personas decían que la mujer habría cambiado su forma de alimentarse y que comía carne cruda e inclusive animales que encontraba deambulando por el lugar como ratas, ratones, gatos, perros u otros. 
Segun mencionan los pobladores que la conocian, algo que al parecer tampoco fue comprobado, la mujer primero atacó al marido y este murió por el daño ocasionado, se alimentó de su carne e hizo lo mismo con sus pequeños hijos, esta sería la razón por la cual no se veía al marido ni a los niños posterior al suceso del velorio.
Mencionan otros pobladores que policías habrían tratado de detener a la mujer e intentaron atraparla pero dada la agilidad de la misma a la hora de correr no podía ser atrapada, motivo por el cual los pobladores la llamaban la Condenada. “Las balas caían cuando le disparaban” mencionan, “Se comió también a una persona que también era indigente porque desapareció posterior a haber sido visto con ella”, afirma un poblador. 
Otros vecinos relatan que esta mujer habría estado deambulando por diferentes lugares aledaños a Villa Montes y Yacuiba, e inclusive otros dicen que pasó hasta por Camiri pero nada pudo ser confirmado.
Se pudo entrevistar el comandante policial de Villa Montes, Coronel Enrique Nogales, a quien se le preguntó si conocía información respecto al caso en cuestion, el aludido menciona que la historia es muy fuerte en el Chaco pero que sin embargo no cuentan con casos registrados. “Simplemente es un rumor, que lógicamente corrió como chisme pero no se tiene ningún hecho que tenga relación”, respondió Nogales. 
También mencionó que esto se estaría volviendo una leyenda al igual que “La llorona, “el silvaco” y otras. Resaltó que no se pude investigar un rumor. 
La Policía niega que se hayan generado hechos que tengan que ver con el canibalismo ya que no habría ningún registro de esto en el Chaco; empero la gente que vive y está constantemente en esta región, insiste en que una mujer caníbal ronda por las oscuras calles comiendo carne cruda de animales y seres humanos. Muchos ciudadanos en el Chaco ya han tomado sus previsiones. Evitan salir de noche y no transitan por calles alejadas.

LOS TESOROS DE SACAMBAYA

En agosto de 2017, el veterano cazador de tesoros Shawn Capuchas, Jeremy Whalen y Jack Peters llegaron a Bolivia junto a personal de Disc...