domingo, 27 de septiembre de 2015

La Viuda Negra en Tarija





La “viuda negra”, sin duda es una leyenda muy conocida por todo tarijeño, tanto que a cada paso se relatan los cuentos de sus apariciones. Muchos lugares en nuestra tierra chapaca han sido escenarios de sus supuestas e innumerables visitas. Entre ellos están el Cementerio General, la calle Cochabamba, el camino a San Blas y muchos otros parajes solitarios

En la región chaqueña la leyenda pervive y es relatada en las ya tradicionales noches de fogata. El escritor René Aguilera Fierro quien recuperó estas leyendas afirma que en Yacuiba era normal escuchar hablar sobre la “viuda negra”, quien es considerada un ser sobrenatural con muchas descripciones de su aspecto, pero casi todas son similares y siempre se la describe como una mujer alta, delgada, vestida con un manto negro. Sus apariciones suelen darse en caminos y lugares solitarios.

De esta manera afirman que hace algunos años atrás, para nadie era desconocida la existencia de la “viuda negra”. Su recorrido era de dominio público, se decía que transitaba por las calles de la antigua ciudad de Yacuiba. En Tarija su recorrido comprendía la calle Cochabamba, las calles Comercio y avenida San Martín; dando la vuelta la esquina, se tenía la calle Sucre y por el otro lado estaba la calle Martín Barroso. Ese era el circuito que adquirió fama a raíz de las diabólicas apariciones.

Según cuenta René Aguilera en todos los tiempos, épocas y lugares, siempre hubo tunantes y borrachitos nocturnos, Yacuiba no fue la excepción, más por el contrario era una marcada costumbre ofrecer serenatas de media noche, sea por cumpleaños, por amistad, por conquista, galantería o por lo que sea. Unos y otros conocían la versión de la existencia de la “viuda negra” por lo que se respetaba a cuanta dama se pudiera encontrar en horas avanzadas de la noche. Por costumbre o temor los varones preferían esquivarlas o no dirigirles la palabra. La creencia en la “viuda negra” era superior a todo instinto; situación que aprovechaban algunas señoras para recogerse a altas horas de la noche.

También se decía que aparecía en ciudades, parada a mitad de las cuadras y siempre estaba como ausente o en espera de algo. Casi siempre se relaciona con los hombres con una sonrisa tétrica, pero con las mujeres no se muestra ya que las odia. Muchas veces ha acompañado a los hombres sin hacerles ningún tipo de daño, sin embargo no siempre sucede lo mismo. Su aparición siempre es de noche y su manto negro se mueve con el viento. 

Muchos afirman ser testigos y víctimas de sus apariciones, sobre todo los hombres que en estado etílico se quedaban sin llegar a sus casas hasta altas horas de la noche. La “viuda negra” siempre aparecía caminando a unos pocos metros de su víctima y la esperaba para pedir que la acompañe hasta su casa. “¿Nos acompañaremos?” era la tradicional pregunta que solía hacer, luego mostraba una pequeña luz a lo lejos y afirmaba que ahí era su casa. Ocurrido esto la mayoría de los varones relatan no recordar lo sucedido después. Sólo cuentan sorprendidos que al día siguiente se encontraban tirados al medio de los matorrales o en algún basural. 

Una de estas historias nos la contó Alfredo Zegovia quien relata que en 1995, en su estado etílico iba hacia su hogar, camino a San Blas, pensando en qué explicaciones daría a su mujer por haberse pasado de copas. Mientras continuaba su camino escuchaba ruidos que se confundían con los ruidos habituales. Pero en un momento sintió un lamento, alzó la cabeza y vio a una mujer gigantesca cubierta por una túnica negra, de pronto ella se abalanzó y dijo: “Lo mataron hace muchos años. Y me dejo Sola”. Alfredo dice que corrió hasta la altura del club hípico y se metió entre los árboles de la cerca. “Tenía el rostro ensangrentado porque la vi a la cara”, afirma y añade que la viuda negra tenía su nariz con las cuencas vacías. 

Otra de estas experiencias la cuenta, René Aguilera Fierro quien relata que cierta vez un señor llamado Weimar Aparicio que se encontraba alojado en casa de la familia Vásquez, se recogía de una fiesta casi al amanecer y a la distancia pudo ver que por sobre la misma vereda se aproximaba una dama vestida de negro. El chaqueño Aparicio era un hacendado nacido y criado en el campo, acostumbrado a las vicisitudes de la naturaleza, era un tanto torpe y rudo en su manera de ser. Varias veces había escuchado hablar de la “viuda negra”, comentario al que jamás le dio crédito; por el contrario en su borrachera consideró una gran oportunidad para romper con aquella ridícula creencia, más bien pensó en conseguir una aventura casual, apresuró la marcha a fin de toparse con ella en un paso casi obligado que ofrecían unas grandes piedras y un poste sin luz; ya frente a ella le tocó el hombro. 

Le bastó aquello para que su cuerpo saliera expulsado por una extraña fuerza hacia las piedras, al mismo tiempo que miraba sorprendido a la dama, “era un rostro blanco, dientes enormes, ojos impresionantes, facciones diabólicas, era una horrible calavera”, manifestó el propio Aparicio. 

Lo que ocurrió después fue de dominio público, especialmente para los vecinos de la calle Cochabamba, lugar donde ocurrió este hecho. Se cuenta que don Weimar Aparicio ingresó como un loco en el dormitorio de los esposos Vásquez, tenía el rostro ensangrentado, gritaba horrorizado y decía ‘Ahí está, ahí está’, tanto los dueños de la casa como algunos vecinos alarmados acudieron al lugar atraídos por la gritería; reunidos inspeccionaron los alrededores, se valieron de lámparas y linternas pero no lograron ver ni encontrar nada, tampoco rastro en las arenas donde ocurrió el suceso”, continuó Aguilera. 

Añadió que al día siguiente, entre las piedras se pudo ver un viejo pañuelo de seda de color negro, en el mismo sitio donde el señor Aparicio suponía haber caído. Este pañuelo estuvo expuesto en el lugar durante mucho tiempo. El señor Weimar Aparicio, después de haber repetido una y otra vez su desafortunada experiencia de la víspera dijo que nunca más trataría de acercarse a una mujer en horas de la noche.

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